FERIA DEL LIBRO ABIERTO
La feria permanecerá abierta hasta el 21 de mayo.
Libros de muchos países, de varios géneros y diferentes épocas, al alcance de ávidos lectores.
A lo que más se parece un libro abierto es a un pájaro al viento. Ambos son un corazón abierto, tienen alas para remontar la memoria y buscar nuevos destinos. Generosos, siempre buscando horizontes. Así es el logo de la Campaña de Lectura Eugenio Espejo, con las alas desplegadas, y así se llama esta primera feria de libros que ya han multiplicado su saber y su mensaje, que ya recibieron la alegría de otros ojos al ser leídos. Libros que viajan, libros que surcan, libros sin fronteras, que fecundan como el polen aquí o allá. Libros libres. No libros cerrados, no libros embodegados, no libros imposibles.
La Feria del libro abierto que se inauguró en el nuevo Centro Cultural «Casa Égüez», el sábado 22 de abril, víspera del Día Internacional del Libro, es el pregón que rinde tributo a Cervantes, a Shakespeare, a Lope de Vega, y a todos los que pusieron la firma al final de un manuscrito para que se imprima y comparta la aventura de escribir, la locura de editar y compartir; fecha onomástica de escritores que fueron epónimos de sus lenguas, pero sobre todo día de todos los lectores del mundo, porque sin el lector el libro es un objeto inútil. El lector es quien completa ese acto maravilloso de creación y fecundidad.
La Feria tendrá algunas peculiaridades: ningún libro costará más de 10 dólares. Pero no solo eso: habrá mesas con libros para canje. Es que el asunto del libro en nuestro país pasa por un momento crítico: los libros no circulan, se embodegan o, en el mejor de los casos, se exhiben y poco se venden. ¿Por qué? No solo por los precios altos con que se los marca, en espera de unos pocos lectores con capacidad económica para adquirirlos, sino por una falta real de lectores. No se ha hecho nada por parte del Estado ni por la misma empresa privada para promocionar la lectura, para formar lectores. Algunos sellos editoriales han abandonado nuestro país por falta de lectores. Libros valiosos y hermosos como los de Norma, de Santillana, de Alfaguara, de Alianza Editorial y ahora de Planeta ya no tendrán asentamiento en Ecuador. Los pequeños emprendedores, las editoriales independientes, no han recibido ningún estímulo que les ayude a establecerse. Desamparados, subsisten los llamados «sellos independientes pero necios».
Vender libros no es lo mismo que vender papas o tornillos. Hay que formar lectores, hay que incentivar la avidez por la lectura, elevar el comportamiento lector de los ecuatorianos, de todos y todas, como dice el vocativo machacón. Hay que trabajar en un verdadero, real, fecundo Plan Nacional de Lectura, no un instructivo burocrático, sino el cauce por donde se potencien todos los esfuerzos; por pequeña que sea la acción por la lectura, algo logra si es parte de una convicción que encamina y potencia.
La Feria es una concurrencia de libreros dedicados a prolongar la vida de los libros, de libreros eruditos que conversan con sus lectores y les ayudan a conseguir el libro apetecido, libreros con experiencia que ven en el libro no el objeto, sino el objetivo: multiplicar la lectura. Sin duda habrá muchos tesoros, pero tesoros alcanzables, tesoros posibles para que los visitantes salgan alegres y no frustrados, solidarios y menos elitistas.
Iván Égüez, Revista Rocinante # 102














